Posible despoblado en el término de Puendeluna

Pueblos abandonados
Los pueblos son organismos vivos: nacen en un momento histórico, crecen, se desarrollan, menguan, envejecen y pueden morir. La única diferencia con los seres humanos es que el proceso puede ser reversible y hay pueblos envejecidos, en sus casas y en sus gentes, con posibilidad de rejuvenecer si reciben un aporte inmigratorio de familias jóvenes, procreadoras y con espíritu dinámico que inyecte sangre joven en la vida del pueblo y que transforme sus estructuras y hasta el propio hábitat. El envejecimiento se da en los casos contrarios; cuando por falta de recursos o por una atracción externa de regiones con mayores posibilidades sobre contingentes jóvenes se provoca una sangría que puede acabar con la vida del pueblo. En la historia de Aragón el ciclo vital descrito se ha cerrado en numerosos pueblos que nacieron, tuvieron una existencia más o menos larga y luego fueron abandonados. En el nacimiento del reino de Aragón, escribe Asso que «reducidos los Christianos por la invasión de los árabes a habitar los valles del Pirineo, se fueron allí multiplicando por el espacio de quatro siglos, que tardó en extenderse la conguista a la tierra llana; y de aquí procedió la multitud casi increíble de lugares que hubo en las montañas de Jaca». Sin embargo, la Reconquista hacia el sur provocó migraciones masivas hacia la Depresión Central del Ebro. El mismo Asso dice que «muchos lugares se despoblaron a medida que sus habitadores se fueron trasladando con la conquista a la tierra llana, y abandonaron su país nativo, donde ya no podían vivir sino con suma estrechez, y miseria por la falta de recursos de aquel terreno áspero, e incapaz de sustentarlos cómodamente». Los vestigios de estas poblaciones permanecían todavía en tiempos de Asso —a fines del siglo xviii— en un crecido número de ermitas distribuidas en toda la montaña.
En conjunto, entre los siglos XII y XIV hubo un progresivo crecimiento demográfico, a pesar de la emigración, que debió de ser importante desde el siglo XIII. Ello quiere decir que mientras el Pirineo se despoblaba, la Tierra Llana crecía en demografía y en pueblos.
La tendencia poblacionista se interrumpe a mediados del siglo XIV, por una serie de causas entre las que hay que destacar la peste negra (1348), que según impresiones de Pedro IV causó la muerte de las tres cuartas partes de la población del reino (lo más probable, según Lacarra, es que estas impresiones fueran un tanto exageradas y solo murieran la mitad). Después de la peste tuvo lugar la guerra con Castilla (1356-69) que —según Asso— «acarreó la ruina y destrucción entera de muchos lugares en los Partidos de Tarazona, Calatayud, Teruel y Albarracín».
Los siglos XV y XVI son de recuperación y expansión demográfica de modo que los pueblos aragoneses se densificaron. A mediados del siglo XVI, según las investigaciones de A. San Vicente, había 1.450 entidades de población en Aragón; en la actual prov. de Huesca se contabilizaban 823 poblaciones agrupando 14.260 fuegos (71.300 personas), lo que quiere decir que los pueblos eran muy pequeños (un valor medio de 17,3 fuegos por pueblo); en la actual prov. de Zaragoza se albergaban sólo 351 entidades de población, pero acogiendo 24.352 fuegos, es decir que los pueblos de la Ribera eran mayores que en el Pirineo (69,3 fuegos por entidad de población); en la actual prov. de Teruel, a mediados del siglo XVI, había 276 pueblos con 12.676 fuegos, lo que supone un promedio de 45 fuegos; ello significa que los pueblos de las serranías ibéricas eran menores en número, pero mayores en población que los pirenaicos. El hábitat aragonés recogido en los registros de tributaciones y fogajes de mitad del siglo XVI respondía a distintos tipos, desde el hábitat concentrado como ciudad, villa, aldea, aldehuela, lugar, hasta el diseminado como almunia, casas, castro, mas, masada, torre.
Desde el siglo XVI hasta nuestros días desaparecen bastantes pueblos mientras nacen otros nuevos, como consecuencia de una evolución demográfica que puede resumirse en un siglo XVII regresivo, seguido de un lento crecimiento demográfico desde el XVIII, que no se ha detenido todavía.
El siglo XVII es netamente regresivo para la población aragonesa: muchos pueblos se envejecieron, otros fueron abandonaron definitivamente. La emigración al Nuevo Mundo y las guerras en Europa supusieron pérdidas demográficas en algunos pueblos, pero no explican una regresividad secular y generalizada. Son la expulsión de los moriscos y las pestes las responsables de la catástrofe poblacional del siglo XVII. Los 60.818 expulsados en 1610 supusieron la despoblación o semivaciamiento de muchos pueblos de los valles del Jalón, Jiloca, Huerva, Queiles, Aguas, Martín, Guadalope y Matarraña. Una pérdida lamentable en términos demográficos y económicos, ya que era la población que mejor entendía los regadíos. Juan B. Labaña, que recorrió Aragón para levantar el mapa geográfico en 1613-14, habla repetidas veces de la espantosa desolación de muchos lugares.
La peste entró en Aragón en 1648, procedente de Levante, asolando la población de Albalate, Alcañiz, Caspe y otros núcleos menores. A Huesca llegó en 1651, suscitando el fallecimiento de una cuarta parte de la población. En Zaragoza se desata virulentamente en 1652, muriendo 7.000 personas. En conjunto, las poblaciones grandes quedaron mermadas y algunos pueblos pequeños llegarían a vaciarse.
El crecimiento espectacular de la demografía en el siglo XVIII se traduce en el consiguiente fortalecimiento biológico de los pueblos aragoneses. En estos momentos de maximum demográfico, que son los finales del XVIII, podemos hacer un primer balance de pueblos abandonados desde el siglo XVII hasta esa fecha, gracias a la obra de Ignacio Jordán de Asso, publicada en 1798.
En el distrito de Jaca por las razones antedichas fue donde más despoblamientos se produjeron. Asso dice recoger algunos, y nos cita 42, de los cuales en su tiempo ya no existían ni vestigios, o bien habían quedado reducidos a pardinas, como Coronas (pardina cerca de Orna, al poniente del Gállego) o San Clemente de Garcipollera (pardina entre Castiello, Villanúa y Bescós).
El partido de Huesca —según Asso—, a pesar de que por su fertilidad contiene un crecido número de pardinas, también fue de los que «más han padecido en su población», contando 39 despoblados.
En el distrito de Barbastro cita Asso la existencia de 11 despoblados, de los que en algún caso quedaban ermitas o iglesias a finales del XVIII.
El partido de Cinco Villas, en tiempos de Asso, era de los más despoblados, contando dicho autor 40 despoblados, de los que algunos eran entonces pardinas: Añesa, próximo a Ejea o La Sierra de los Blancos cerca de Ardisa.
En el partido de Tarazona cita Asso 5 despoblados, en el de Borja otros 5; en el de Calatayud, 4; en el de Zaragoza, 18; en el de Alcañiz, 11; en el de Daroca, 18; en el de Teruel, 20. El partido de Albarracín es el único, que lejos de tener pardinas o agregados, aumentó su población en los tiempos de Asso con cuatro lugares modernos que no figuraban en el mapa de Labaña de 1615: Griegos, Guadalaviar, Toril y Masegoso.
La mayor parte de los despoblados que menciona Asso «lo eran ya en 1495, o bien estaban reducidos a una o dos casas». Otros, principalmente en la frontera de Cataluña, quedaron arruinados por las repetidas guerras del xvii.
La expulsión de los moriscos y las pestes del XVII culminaron el proceso despoblador del que se recuperó Aragón en el XVIII, cuando ya se habían abandonado muchos pueblos.
La recuperación y la expansión demográfica, tanto del siglo XVI como del XVIII y de la primera mitad del XIX, se manifestó en la creación de nuevos pueblos y lugares que superaron en número y población a los desaparecidos; prueba de ello es que, en el censo de 1857, Aragón cuenta con 880.643 aragoneses, repartidos entre 2.385 entidades de población.
El balance desde mitad del siglo XVI a mitad del XIX, en que se cuadruplica la población, es el siguiente: en el territorio de la actual provincia de Huesca se pasa de 823 entidades de población a 1.114 pueblos, aldeas, casorios y lugares; en la provincia de Zaragoza, de 351 poblaciones en el XVI se pasa a 822 pueblos, aldeas, casorios y lugares y en la provincia de Teruel, se pasa de 276 pueblos a 449. El proceso de envejecimiento y abandono de pueblos aragoneses se ha ido acelerando desde mitad del XIX hasta nuestros días. Es el resultado del éxodo rural, que ha castigado a nuestros pueblos a lo largo del último siglo y de modo especial entre 1955 y 1980. Las provincias de Huesca y de Teruel, como consecuencia de la sangría migratoria, en el censo de 1999 tenían menos población que en 1857: la de Huesca ha pasado de 257.839 hab. a 222.238 en 1975 y 205.139 en 1999 y la de Teruel de 238.628 a 155.449 hab, en 1975 y 136.849 en 1999; reduciéndose paralelamente el número de entidades de población de modo considerable. En cuanto al número de entidades, el nomenclátor de 1857 da para la provincia de Huesca 1.114 entidades que disminuyen hasta 781 en 1970 y a 756 en 1991. Por su parte, la provincia de Teruel pasa de 449 en 1857 a 365 en 1970 y 357 en 1991. La prov. de Zaragoza en conjunto ha crecido, pero, si descontamos la capital, también ha habido un descenso demográfico desde los 302.227 hab. de 1857 a los 280.341 de 1970 y 241.076 en 1999. En esta última provincia, el número de entidades de población se ha reducido de 822 (1857) a 413 en 1970 y a 430 en el Nomenclátor de 1991. Esta disminución se ha dado a pesar del nacimiento de 28 nuevos pueblos de colonización en los nuevos regadíos.
• Despoblados aragoneses: Los despoblados aragoneses de los que tenemos noticia se ordenan de forma alfabética, poniendo a continuación entre paréntesis el término en que se hallan, o en su defecto, el municipio, partido judicial (Part. Jud.) o demarcación eclesiástica (obisp.) a que pertenecen. En ocasiones, damos el nombre de dos, tres y hasta cuatro términos colindantes con el despoblado, cuando no tenemos la certeza de a cual de los mismos se ha anexionado su territorio.
Con frecuencia, se registran topónimos idénticos a localidades habitadas en la actualidad, lo que no debe inducir a error al lector.
Despoblados aragoneses

Sora (Castejón de Valdejasa, Z.).
Soriana (Estopiñán del Castillo, H.).
Suesa (Aragüés del Puerto-Jasa, H.).
Sulupuico (Part. Jud. Benabarre, H.).
Sunié (Plasencia del Monte, H.).
Surta (Betorz-Rodellar, H.).
Sus del Pueyo (Triste, H.).

Tabernas (Puendeluna, Z.).
Tamparullas (Part. Jud. Daroca-Calamocha, Z.-T.).
Tecenic (Épila-Calatorao, Z.).
Tenías, Las (Luna, Z.).
Terraza (Tolva, H.).
Terreros (Part. Jud. Z.).

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