las charlas del verano...LA REPUBLICA ESPAÑOLA

Ha sido Santos Juliá quien ha comparado la Transición española con la Segunda República, al entender ésta como el primer intento de transición a un país moderno y democrático vivido por nuestro país. Solo que en 1936-1931, y a diferencia de lo que pasó en 1977, el proceso de transición fracasó y dio lugar a una larga dictadura y a un notable retraso en el desarrollo tanto social, como económico y político de España. Juliá señala los innegables problemas que presentaba la sociedad española, pero lo que terminó por abortar el proceso de democratización republicano fue el mazazo que para la modernización supuso la guerra civil que iniciaron los militares españoles con el apoyo de ciertos sectores sociales que desde 1931 llevaban resistiéndose a todo el proceso de reformas iniciado por el gobierno español.

Efectivamente, desde la primavera de 1931, la República tuvo que sortear las dificultades que continuamente levantaron tanto la jerarquía eclesiástica, sectores importantes del ejército (intento de golpe de Sanjurjo), como las planteadas por ciertos partidos políticos ( CEDA o falangistas, por ejemplo); amén de las que sin respiro ponía encima de la mesa la CNT. Pero las resistencias más fuertes y violentas se dieron en el medio rural. Allí el viejo caciquismo se opuso mediante la pura violencia, a veces el asesinato, a los intentos de mejorar el mercado de trabajo rural, el sistema de arrendamientos, o la recuperación de los comunales enajenados años antes de forma ilegal y con la colaboración de los ayuntamientos monárquicos. Ejemplo de esas resistencias violentas podrían ser el intento de asesinato que sufrió el alcalde de Ejea, Juan Sancho, o el desgraciadamente perpetrado contra el alcalde de Letux en 1932. En ambos casos estuvieron detrás los viejos caciques, propietarios de tierras como en el caso de Letux, donde un hijo de terrateniente asesinó a tiros al alcalde.

¿Qué era un cacique? Costa lo había definido muy bien años antes: resumiendo mucho su pensamiento podríamos contestar esa pregunta de la siguiente forma: un cacique era aquel que ejercía una influencia más que notable sobre sus conciudadanos, tanto en su vida privada como en sus escasas actuaciones públicas (elecciones). ¿Cómo la ejercía? A cambio de unas determinadas prestaciones (trabajo, servicio militar, dinero…) el ciudadano reconocía la preeminencia económica, social y política del cacique, preeminencia que se materializaba a lo largo de la vida cotidiana en múltiples hechos.

El caciquismo desnaturalizaba el sistema representativo del proceso político, evitando así toda modificación del statu quo y apuntalando el poder tradicional del cacique. Contaba además con la complicidad de los poderes locales: ayuntamientos, diputaciones y gobernadores civiles. De facto la sociedad no podía transformarse a través de la ley. Por ello, uno de los principales objetivos de la Segunda República fue erradicar de España el fenómeno del caciquismo y asentar un sistema electoral limpio y de verdad representativo. Por otro lado, la influencia de Costa en las aspiraciones aragonesas de modernización había hecho que entre los republicanos aragoneses la lucha contra el caciquismo fuera una prioridad política incuestionable. ¿Cómo erradicar esa plaga? La República tomó decisiones muy importantes a ese respecto: transformación del mercado de trabajo en el campo, recuperación de comunales, o mejora de los arrendamientos entre otras; además se planteó la conquista electoral de los ayuntamientos, instituciones, como hemos dicho, aliadas de los viejos caciques.

En las Cinco Villas la resistencia a las leyes y a la acción de la República fue muy fuerte y se expresó de forma incontestable en el verano de 1936. En la región había una fuerte tradición republicana desde décadas antes, pero quizá los principales protagonistas del cambio fueran los socialistas y más concretamente la Unión General de Trabajadores. Pero los socialistas, el PSOE y la UGT, tradicionalmente no había dedicado mucha atención a las cuestiones agrarias hasta 1919. En fecha tan tardía aprobaron su programa agrario y no llegaron a crear una organización sindical para trabajadores del campo, la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, hasta 1930. Sin embargo, lo cierto fue que después de esa fecha la FNTT creció aceleradamente en el valle medio del Ebro y las Cinco Villas.

El programa agrario socialista estaba pensado en función de las condiciones laborales del obrero agrícola. En Aragón con la excepción de las comarcas señaladas no había grandes terratenientes, los trabajadores del campo solían tener pequeñas parcelas, malos arrendamientos y al mismo tiempo trabajaban como jornaleros, pero lo cierto es que vieron en las organizaciones socialistas un buen instrumento para defender sus reivindicaciones. Una ya antigua era la recuperación de los comunales enajenados al pueblo tras la desamortización de Madoz en 1856. Amparándose en los ayuntamientos y en cierta interpretación interesada de la ley, algunos propietarios engrosaron ilegalmente su patrimonio con tierras de los ayuntamientos que no podían enajenarse a quienes venían haciéndola producir desde tiempos atrás. Desde principios de siglo, pequeños propietarios y jornaleros iniciaron procesos judiciales para su recuperación y vieron, cuando llegó la Segunda República, una oportunidad para lograr sus objetivos; al igual que vieron en el nuevo régimen un buen momento para mejorar las condiciones de los arrendamientos y de las condiciones de trabajo en el campo.

Las ilusiones del 14 de abril fueron difuminándose ante la lentitud en la aplicación de la reforma agraria prometida y ante las dificultades para recuperar las tierras perdidas. Resistencias externas y alguna torpeza interna retrasaron el proceso de transformación y crearon las condiciones propicias para la huelga general de la FNTT de la primavera de 1934 que terminó en un completo fiasco. Por otro lado, muchos de los afiliados al sindicato agrario socialista participaron en la huelga general de octubre, en los acontecimientos violentos de aquel episodio y que costó la libertad a muchos dirigentes sindicales. El programa del Frente Popular recuperó los objetivos agrarios de los primeros años republicanos y se inició en las Cinco Villas un proceso de expropiación parado en seco por la guerra civil. El mes de julio y agosto de 1936 fue uno de los momentos más negros de nuestra historia. El asesinato de hombres y mujeres que en el marco de la ley intentaron mejorar las condiciones de sus conciudadanos fue lo habitual durante ese verano infausto; eran personas enteramente normales, padres de familia que muchas veces habían hecho un esfuerzo de auto formación para sacar a los suyos de las condiciones de miseria en que las condiciones españolas les había situado.

Con toda seguridad, Puendeluna vivió las aspiraciones, trabajos y tragedias señaladas, como pueblo de las Cinco Villas que era. Es menester investigar en archivos como el de la Guerra civil en Salamanca para esclarecer lo ocurrido en nuestro pueblo y sacar a la luz la historia local, y con ella, los episodios vividos por hombres como Joaquín Abadía Arbués, presidente de la FNTT y alcalde de Puendeluna, o de los concejales Mariano Albalá Luzán y Jesús Cabez Buen, o del secretario de los socialistas José Nisarre Latorre.


Enrique Bernad Royo

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